Fundacion Alambique para la Poesía

ANTOLOGIA POETICA DE ANGEL CAMPOS PAMPANO

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Antología poética de Ángel Campos Pámpano

(Selección de Miguel Ángel Lama)

M

e llegué a la ciudad con el frío de las mañanas de viaje para ver los colores de las casas: la lentitud del rosa ensombrecido de sus fachadas, la luz blanca o dorada de las plazas vacías tras la lluvia, en la tarde. Buscaba mi lugar, perseguía un texto que había perdido (leído) en algún sitio. Anduve hasta el muelle. Lloviznaba. Y, allí, solo, en el muelle sin nadie, recordé en voz alta el comienzo de la Oda Marítima.

Rossio

1

Flores de invernadero. Taxis

y palomas.

Las mujeres pregonan

frambuesas, frutos secos.

Vocerío de gente que vende lotería,

periódicos, pañuelos.

Y en las terrazas,

el aroma a café del desayuno...

(Recuerdos de un viaje

y de un cuarto de hotel

entre dos plazas).

2

Volverás en noviembre,

con las lluvias, a las mañanas

ruidosas del Rossio.

(De La ciudad blanca)

No si sé diga que el poema existe en la línea de sombra, en el rumor de límites que la imagen convoca y allí aguarda, incierto todavía, una mano de nieve que acierte en su lectura, que descifre su voz, que nos lo acerque y lo haga necesario, inútil como un dios, en la memoria.

Oficio de palabras

Conforme a la costumbre

antigua de su oficio,

las palabras anuncian

el drama lentamente.

Ocupan los objetos

y enseguida los niegan.

Se dan al desamparo

de los nombres perdiendo

el tiempo si fabulan

historias que no existen.

No es casual que a veces

procuren el poema,

la vigilia, la muerte,

la idea de la rosa.

(De Siquiera este refugio)

* * *

A veces sólo un gesto es suficiente

para salvar el día.

Y escribir tal vez es ese gesto

que prolonga el latido de los pulsos

hasta la sed secreta de los párpados.

Escribir tal vez sea extraviarse en el canto

más oscuro en la memoria extrema

de la noche adentro, donde el hombre

ignora su derrota, las formas del cansancio,

el cuerpo del amor que ya no reconoce.

Escribir tal vez sea comparecer ante los otros

con los ojos más limpios, indefenso,

y vacías las manos, sin dispersar la voz,

respirar con sosiego bajo el agua.

No hay otro modo de mirar las cosas

sin perderlas del todo.

* * *

LA voz del callar te dé la fuerza

esta hora de junio en la que vibra

el ángel mudo del dolor.

(El miedo

no es sino la imagen secreta de una ausencia,

la más incomprensible de todas las mentiras).

Por aquella ladera de salitre,

sobre las horas frías

de una edad sin calendarios,

sobre el callado azogue

de esta ciudad que aún lo reconoce

antes y después de la alegría,

camina hacia sí mismo, frente al mar,

el último habitante del desierto.

(Al Berto)


Tacto de sombra o de ceniza, bien

lo sabes, es esta urgencia de decir lo efímero.

El poema retiene lo más simple,

lo más inesperado, y nos devuelve

el límite borroso de otra vida

que empieza siempre ahora.

Escribir un poema es entonces

una lenta paciencia que quisiera,

desnudadas las manos, reponer lo que falta,

abandonarse sin más a lo que nace

tan sólo para el sueño, al fragor

de la sangre trenzada que resiste

como quien obedece a una primigenia,

pura, fascinación.

(De La voz en espiral)

* * *

Así vivieras:

cercano a lo que importa,

visión más alta.

Donde crece el olvido,

donde deslumbra y hiere.

(De Por aprender del aire)


La dignidad

mientras pueda pensarte

no habrá olvido

todavía si llamas

acudo a ti

fluyo desde mi mano

a la mano que tiendes desvalida

y entro en tu abrazo

con el temor que engendra el miedo

pero voy en tu busca

acudo a ti ofreciéndome

como animal sediento

que hociquea en el barro

acudo a ti

asciendo a tu respiración

fragmentado rumor que es puro abismo

surco abierto en la roca

cauce seco

que oculta el agua

la misma que ahora yo

acerco hasta los labios agrietados

por mitigar apenas

la fiebre que humedece

la nítida blancura de las sábanas

acudo a ti

a tu recogimiento

a la untura que calma tus rodillas

a la pausa limpia de la voz tuya

entrecortada

por ver si lo que un día dijiste

podrá ser dicho

de nuevo con la misma dignidad

porque tú bien lo sabes

hay palabras

que duran mucho más que la caída

por eso hoy acudo a ti

a la tibieza de tu sangre

a la tersa piel que cubre tus piernas

acudo a ti

a la nada

retenido el aliento

de tu voz que me habla

hasta hacerse en mí

cierta

la palabra que dura

legible en su mudez

suspendida en los labios

y escribir con ella

mi biografía

sé que mientras pueda decirte

no habrá olvido

que del espacio de tu nombre

ha de brotar

abiertas sus dos sílabas

la semilla en la nieve

(De La semilla en la nieve)


La rosa del mundo

E se a morte te esquecesse?

Al Berto

Manuel Hermínio Monteiro, in memóriam

ha traído el domingo la ceguera

la mudez de unas manos que ensordecen

tus párpados cerrados a mis ojos

tan sólo tres mujeres velan tu silencio

tres mujeres y el llanto desgarrado

del ángel del dolor que no consiguen

ahuyentar

que permanece aún

prendido en sus entrañas

dan ganas de gritar

de no ausentarse

de quedarse aquí junto a los versos

últimos que leíste

porque a veces el grito y las palabras

escritas del poema dilatan la emoción

hasta las lágrimas

crean nuevos espacios compartidos

en los que respirar

profundamente

es imposible escapar a la pregunta:

qué queda de tu luz esta mañana

hay flores secas que perfuman

la casa y sin embargo

alguien ha puesto entre tus manos frías

una rosa desnuda

(De los inéditos de La vida de otro modo)

 

 
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