Fundacion Alambique para la Poesía

TIENEN LA PALABRA EN EL NUMERO 3

 

 

La samaritana

 

Los sigo de cerca

por dondequiera que van:

con mi barraca,

mi cantina de frontera,

mi circo ambulante

y su murga fulana.

Con todas las demás.

Quiero estar con ellos

donde ellos estén:

rodear su territorio

de zarza y jaramillo,

en el dadivoso desierto,

en los cañaverales, en el crepitar

obsceno de las tormentas.

Bajo los toldos

entre luces, serpentinas

recito con ellos sus letanías de bourbon

y cigarrillos. Les desguazo el hígado.

Viviana Paletta


 


Física imperfecta

 

 

Todas las cosas tienen su fin, incluso el cine,

salvo la noche, que se oculta por el día

en el cuenco de las manos, en la mirada del viejo.

Reaparece y nos acoge en su misericordia

–página sin numerar, cambio sin palabras–

amamantando el espectáculo.

Cuando todo queda inmóvil –porque se ve–

la noche ayuda a las transformaciones,

a pasar puentes, a destituir.

Cuando amanece estamos más lejos,

más solos.

 

José María Delgado



Memoria rota

 

 

Me dicen que no puedes recordarme,
que aquellos años turbios no son nada
en las alfombras rojas de tu vida,
que nunca te has salido de la dulce
felicidad estúpida del miedo
tapado por la falta de promesas.
Si yo te dijera cuánto he vivido
después de aquella tarde de un otoño
más oscuro que todos los otoños,
lo mucho que he tardado en despertarme,
lo rápido que me he acostumbrado
a hacer las cosas como yo quería,
y no como querían mis amigos
del alma, con lo bien que me querían...

Ahora que he encontrado mi camino,
ahora que por mucho que uno quiera
jamás podrá volver atrás, ahora,
quiero que me devuelvas el espejo
perdido y olvidado, medio roto,
donde todos los días te mirabas,
me mirabas tan cerca y tan intensa,
como si fuera tu segunda piel.
Saca ese espejo de su caja blanca,
no vuelvas a mirarlo, por favor,
colócalo cerca de aquella fuente
en donde tantas veces nos amamos,
y así podré después de tanto tiempo
romperlo suavemente en mil pedazos.

José Miguel Ridao



Tratando de evitar

 

 

para Cristina Santamarina y Nelly Schnaith, en su conversación

 

1

 

El acróbata

ha tropezado

 

tras su traspiés

trastabillando avanza

con desesperación tratando

de no caer

 

de desequilibrio

en desequilibrio

avanza

 

y quienes lo miramos

apenas podemos reprimir la angustia:

¿logrará

evitar la terrible

caída?

 

 

2

 

Y es que ése no quería avanzar

 

solamente trata

de no caer

3

 

El muy discreto Montaigne señalaba

que la palabra es a medias

de quien habla y a medias

de quien escucha

 

pero con nuestra media palabra

las más de las veces

nos atragantamos

 

 

4

 

No sabemos

si aquel acróbata acabó

dando con sus huesos en el suelo

 

 

5

 

Pero alguien encontró el guijarro

y así pudo a la postre

pronunciar su sermón

 

 

Jorge Riechmann


 

 


Cuando las oleadas de pájaros

 

empezaron a caer

cuando las nubes de abejas

empezaron a caer muertas

al mismo tiempo por toda

la faz de la tierra

cuando las trufas empezaron

a subir de precio

porque los cazadores de trufas

eran cazados con escopeta

cuando el pan empezó a saber

a jerga

cuando los hombres empezaron

a aburrirse de tanto estar entre solos

cuando los siguieron las mujeres hartas

cuando empezó la maldita guerra santa

de los musulmanes contra los cristianos

de los cristianos contra los musulmanes

de los proveedores de los adictos contra sus perseguidores

de los perseguidores contra los adictos

cuando empezaron a morir de raíz las flores

cuando empezó a secarse letra por letra el silencio

cuando la nube dejó de ser negra a crédito

y se iluminó como una bóveda fosforescente

cuando los hombres empezaron a comerse las palabras

cuando las palabras empezaron a morder a los hombres

cuando los números empezaron a masticar las palabras

cuando las palabras ya no se pudieron mover de hambre

y tuvieron que disfrazarse de niños

para jugar a la rima y a la analogía

cuando la Biblia se comió al Corán

cuando el Corán devoró los diálogos de Platón

y Platón se indigestó hasta vomitar ranas

cuando de tantos libros leídos

el triste caballero se transformó en libro

cuando los puntos suspensivos

empezaron a caer como gotas de lluvia

cuando la lluvia subversiva trazó sus diagonales

dibujó hombrecitos marchando presurosos

sobre el pavimento mojado

cuando los ríos subieron de precio

cuando los precios subieron al cielo

cuando el cielo se desplomó como muerto

de tanta agua caída

y las ciudades se inundaron

los campos se inundaron

se inundaron iglesias escuelas hospitales

se inundaron los ojos de los muertos llovidos y olvidados

cuando se inundaron los ojos de los vivos

cuando la agonía se secó

y se quedó deletreando tolvaneras

a la muerte tartamuda

cuando los precios subieron como

la espuma de la cerveza

cuando el perfume se derramó sobre los senos

y ya no los hizo cantar

cuando la canción tropezó

y los hombres se comieron sus palabras

se les enterraron los números en la garganta

cuando la música se puso a recorrer

el horizonte al ritmo del escalofrío

cuando la geometría se puso en huelga

y ya no quiso dar la hora

cuando la química se encontró con la geografía

–y se gustaron

cuando el derecho tomó del brazo al revés

y se sancionaron a la sombra de la Ley

cuando el castigo dijo “Alto ahí”

y le respondió el eco respetuoso

cuando la risa se cayó del ojal como una flor

cuando el pétalo se le cayó a la flor de la edad

cuando las corbatas empezaron a agitarse como banderas

cuando los estandartes se mojaron de tanta sangre derramada

cuando los calcetines se perforaron por el talón

cuando el hilo se les fue a las verdades a medias

y se quedaron mudas las verdades bilingües

cuando el espacio volvió a quedar lleno de espacio

se hizo el vacío

se hizo el silencio insondable

era demasiado tarde

y a esa hora

ya nada se podía ver por la

caída de la TV.

Adolfo Castañón

 

 

 


La incesante metamorfosis

 

 

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres

(según las últimas estadísticas).

Dámaso Alonso

Que los cinco millones de habitantes largos

animando el Madrid contemporáneo

sean o no cadáveres, es harto incierto

un argumento en suma demasiado complejo

de analizar ahora.

Me inclino por dejar

la crítica social para otros foros.

 

Lo que sí es innegable

es que el millón de muertos aludidos

–tan sarcásticamente–

son en la actualidad un millón de cadáveres auténticos.

 

Poetas: no tengáis nunca miedo

de estirar demasiado una ironía.

No existe una metáfora

–ni la más arriesgada–

que el tiempo no se encargue

de transformar despacio en verdadera.

 

Raquel Lanseros



Un río, un cuerpo

 

Tu cuerpo como un río

se escapa por el valle

y encuentra las raíces

vegetales del sueño.

Juan J. León

 

La tarde del verano serpenteaba

por álamos y chopos, y en la acequia

rebosante de espejos la corriente

repetía tu nombre entre las flores:

las aguas regalaban sílabas cristalinas

al eco rumoroso del torrente.

 

La luz, al declinar en tus pupilas,

descubrió los nocturnos ruiseñores,

la música acordada de los astros

y  el sereno oleaje que dilata su playa

en el iris azul de tu mirada.

 

El descenso del valle oscurecido,

la compartida soledad de un cielo

malva que se diluye en leves rosas,

el trino misterioso de los mirlos,

tu alegre manantial de gestos y de asombros

trazaban la distancia que separa

el paraíso que guardó mi infancia

del que renace joven por tus ojos.

 

Con las últimas luces del ocaso, al regreso,

cerca de ti camina emboscada, sigilosa,

mi sombra  que se aleja lentamente

hasta perderse en el tapiz bordado

que la noche, encendida de fúlgidas estrellas,

dibujará en tu sueño.

José Gutiérrez


 


Felina

 

 

De la jaula sale la fiera

con uñas afiladas y mirada acechante.

Maliciosa, impulsiva,

con los instintos en manada.

 

¡Al ataque!

 

Me rodea con fulminante belleza.

Se iluminan sus ojos como incendios nocturnos

y su boca divierte.

 

Felina,

avanza…

sedienta,

avanza…

marcando territorio

con la erótica caza que aviva su hambre.

 

Exhibe sus colmillos como centellas hirientes

y su lengua hinchada de arrebatos primarios.

La fiera baña con saliva la selva sagrada.

Se revuelca.

Ruge y se revuelca.

 

Absorbo aliento animal,

el jadeo venenoso al oído.

Su boca, precipicio depredador.

La presa frágil y pusilánime.

El duelo de las carnes en el feroz instante

 

… De la jaula ha salido la fiera

y al devorarla la he amado.

Lilián Pallares


 


El surtidor

 

en medio de la pila

hace rebosar las tazas

sobre tallos de papiros

come pipas en el banco de al lado

cáscaras en los muslos y en la orla de su falda

hay una capilla al fondo adosada a la tapia

suena un móvil unos instantes

me arrebata la dulzura musical de su ruso

aluvión de sonidos húmedos

que solo pueden querer decir una cosa

me levanto y salgo me golpeo

en la cancela de inmóviles rejas

la miro de reojo no se ha inmutado

ya no escupe ni se sacude las cáscaras del regazo

es una estatua junto a la fuente

 

José Luis Ortiz Berenguer

 

 

 


diálogo entre silvestre e josé, o carpinteiro

 

 

a mão desapareceu sob a madeira? a luz escondeu os dedos – ligando o norte e o sul, o sul e o sudeste? a dor, debaixo de algumas palavras, dividiu e recompôs o reflexo do vidro sobre os olhos. a pedra renasce depois do negrume. o ouro envolve três quartos desse rosto: a legenda.

 

dissolvi esta parte do meu corpo para melhor dirigir o olhar aos alicerces da montanha. poderia subir, deixar entre os rochedos a chama que iluminaria as asas e o farol. dissolvi, porém, o clamor, a cinza e o testemunho. pedaços de metal ficaram como linhas na água e no trevo, junto da parede.

que ficou dos alicerces na tiara que ostentas sobre as veias? que estilete registou sobre o ouro, entre a seda e o damasco, a palavra – o rosto em que o gelo descreve o canto, negro, ecoando entre os castanheiros e os filamentos de nojo na sarça e no navio onde tentámos rever-nos?

a luz atravessa a muralha entre excrementos e pastas de sangue. a flama dirige a sua língua até muito perto de nós. o cabelo arde. o som parece idêntico, mas guarda no interior a união entre o rosto e a seara. mudamos de edifício, o lintel segura-nos no tremor. as telhas estalam durante a noite. a mão escreve sobre a cal a voz do imperador. transporta para dentro peso da madeira – tantos séculos sepultada a nascente.

olho a imagem. as interrogações surgem nesta agenda. não consigo encontrar uma única hora em que não estejam presentes o sangue e o fogo. a mão desaparece. desaparece apesar do segredo. a veste alcança o universo. a paixão revolve a legenda que procuramos colocar junto do mapa para conseguirmos encontrar o destino. o friso estoura. quebra cada um dos selos desta vinha e deste campo. um outro mar, a cidade que vemos. a dança e a morte nos degraus do altar.

 

nenhuma celebração nos redime. a tinta esconde apenas um pigmento mais antigo. que nome possuo? grande, talvez, a linguagem dos pássaros e das pedras, do tronco desta árvore, da lombada deste livro em que escrevo sem cessar. tudo dissolvo com o tempo: a minha mão abençoando o vazio, a tua mão acariciando essa criança crescida demais para a idade, a mão do pastor a semear insectos nas águas e no futuro, a mão do mártir atada à distância, os estigmas do fogo nessa mão que segura a morte e a vida. tudo dissolvo. só assim sei reunir as cartas que escrevi: respigo primeiro, procuro depois a essência – uma sombra, o milagre do reencontro, a resistência e o desejo, a assinatura e o alimento. a autópsia revela algumas palavras no estômago. algumas palavras. o coração aberto sobre a cama. a língua recolhendo na carne e na pintura o escopro e o cinzel para fabricar o sopro e a memória.

Ruy Ventura, Contramina

 

 


diálogo entre silvestre y josé, el carpintero

 

 

¿desapareció la mano bajo la madera? la luz escondió los dedos : ¿uniendo norte y sur, sur y sudoeste? el dolor, bajo algunas palabras, dividió y recompuso el reflejo del cristal sobre los ojos. la piedra renace después de la tiniebla. el oro envuelve tres cuartos de ese rostro: la leyenda.

 

disolví esta parte de mi cuerpo para dirigir mejor la mirada hacia los pies de la montaña. podría subir, dejar entre las rocas la llama que iluminaría las alas y el farol. disolví, sin embargo, el clamor, la ceniza y el testimonio. pedazos de metal se convirtieron en líneas en el agua y en el trébol, junto a la pared.

 

¿qué quedó de los principios en la tiara que luces sobre las venas? ¿qué estilete grabó en el oro, entre la seda y el damasco, la palabra: el rostro donde el hielo describe el canto, negro, haciéndose eco entre los castaños y los filamentos de luto en la zarza y en el navío donde intentamos volvernos a ver?

 

la luz atraviesa la muralla entre los excrementos y coágulos de sangre. la llama dirige su lengua hasta muy cerca de nosotros. el pelo arde. el sonido parece idéntico, pero guarda en su interior la unión entre el rostro y la mies. cambiamos de edificio, el dintel nos clava en el temblor. las tejas crujen durante la noche. la mano escribe sobre la cal la voz del emperador. transporta hacia dentro el peso de la madera: tantos siglos sepultado el manantial.

miro la imagen. las preguntas surgen en esta agenda. no consigo encontrar ni tan siquiera una hora en que no estén presentes el fuego y la sangre. la mano desaparece. desaparece a pesar del secreto. el hábito alcanza el universo. la pasión revuelve la leyenda que quisimos situar junto al mapa para conseguir encontrar el destino. el friso estalla. rompe cada una de las marcas de esta viña y este campo. otro mar, la ciudad que vemos. la danza y la muerte en los escalones del altar.

 

ninguna celebración nos redime. la tinta esconde tan sólo un pigmento más antiguo. ¿qué nombre poseo? grande, tal vez, el lenguaje de los pájaros y las piedras, del tronco de este árbol, del lomo de este libro donde escribo sin cesar. todo lo disuelvo con el tiempo: mi mano bendiciendo el vacío, tu mano acariciando este niño crecido más de su edad, la mano del pastor sembrando insectos en las aguas y el futuro, la mano del mártir atada a distancia, los estigmas del fuego en esa mano que clava la muerte y la vida. todo lo disuelvo. sólo así sé reunir las cartas que escribí: trillo primero, después busco la esencia –una sombra, el milagro del reencuentro, la resistencia y el deseo, la firma y el alimento. la autopsia revela algunas palabras en el estómago. algunas palabras. el corazón abierto sobre la cama. la lengua recogiendo en la carne y la pintura el escoplo y el cincel para fabricar el soplo y la memoria.

 

(Traducción de Marta López Vilar)

 

 


Una de las razones

 

que hacen grato el silencio, a cierta edad,

es que es el ámbito de los que se fueron.

Su voz, íntima y tenue, no puede oírse

en mitad del ruido continuo de las cosas; que, además,

es abusivo e irrespetuoso

para la calma, la soñadora delicadeza

en que les gusta vivir. (Quizá no se han repuesto

del todo de la muerte;

quizá uno no se repone nunca de algo así).

En cualquier caso, el silencio es su patria.

Es allí, sin palabras, donde uno puede tener

la esperanza de encontrarlos. Y vale la pena. Son una compañía

paciente y comprensiva,

y saben mucho, muchísimo (la muerte

es una gran escuela). Su visita

nos deja serenamente enriquecidos, aunque a veces

no sepamos muy bien cómo. (No importa).

Uno se acostumbra a distinguir

a quienes están habituados a ese trato; hay en ellos

esa misma delicadeza, esa sabiduría,

que sólo en él pueden aprenderse. Hasta el punto

de que las otras compañías se nos hacen, a veces,

algo superficiales. Es como si no hubieran aprendido

a darse cuenta, aún, de ciertas cosas.

 

José Cereijo

 

 


Tu nombre

 

Escribo en el agua tu nombre

transparente

hasta que los peces se sacian de luz;

luego,

agito la corriente,

borro tu rastro de los ojos de Narciso,

y vuelve la oscuridad al cauce.

 

Teo Serna

 

 


El gorrión

 

A José Luis de la Vega

I

Un pequeño gorrión cae al suelo

Enfermo

Hacia el ciprés camina lento y negro

Sabe

Como sabe el ciprés

Que el cielo azul es fino como canto

Y que al atardecer desaparecerá

El cielo

Él

Si desde el alto ciprés pudiera ver abajo su cuerpo diminuto

El gorrión

O si desde mi altura viera su pequeño cuerpo

El gorrión

O si desde su propio vuelo pudiera verse casi detenido y mínimo

El gorrión

O si desde el alma de Dios pudiera verse ya a sus pies hundido

El gorrión

¿Qué canto dejaría a la noche?

¿Qué sencilla semilla habría de perdurarle?

II

Además de su tiempo y su paciencia

Contiene el monte en cada hoja un rayo de olor

Un fuego de claro sonido

Y en ellas está la vida apresurada del gorrión

Hacia el ciprés y hacia mí

Su canto esencial

Su alto movimiento

Su primer accidente

Y todo lo que es propio de su plumaje

Y de su gracia

Así os contempla antes de la nada

Como yo

Una inmensa piel extendida ante el mar

Plegada y turbia

Una mancha verde y todos los otros colores

Que también manchan a la luz de la tarde

Así os contempla antes de todo

Que todo es para después

El nuevo canto

Posarse y observar

La ligereza

Y la neblina entrometida en la penumbra

Ocultando al gorrión

III

El gorrión presiente el hacha fina

Presiente el huracán

Presiente la voz entrecortada por tormentas

Cumpliendo de agua el verdor y los ríos

Saciando de aire húmedo la luz

Presiente el giro leve del ciprés como un saludo

Presiente mi temor



IV

Tan fácil como la tarde avanza colman las nubes el valle

Y se llena el bosque tenuemente

Cada salto de luz es un árbol

Aunque el espacio quiera difuminarlos

Nada más preciso que un gorrión

Que tembloroso corrige a la luna y le exige ocultarse

Yo soy la luna clara de esta noche

Y debo resplandecer

Yo soy el gorrión

Nada más

V

Barren las alas del gorrión el suelo

Mientras las golondrinas arrancan pellizcos al estanque

Cada cual dibuja su límite en el espacio

Perfilando la vida y su contorno

Más allá

Recogen las golondrinas del sol ventaja de sus rayos

Pero el gorrión no tiene sol

Y a su costado la sombra acude a guarecerse


VI

Pide el gorrión a su dolor más cuidado

Quiere entender el paso tembloroso

Quiere saber que después está esperando

La vida

¿Qué me demora ante vosotros enormes pinos?

¿Qué impulso me llevará a vuestra cima?

¿Por qué vais a acogerme?

Yo soy el gorrión

Nada más

Jorge Dot

 

 

 


Cenzontle

 

 

a Samuel Serrano

Pájaro numeroso el Cenzontle

 

Ahora es una violina

Después  un azulejo, un muchacho que silba,

un sangretoro, un turpial

 

De cuatrocientos cantos habla la etimología náhuatl

 

Pero, a veces, pareciera cansarse

de ser tantos pájaros

y ensaya un misterioso silencio

Todo su adentro calla

como si se escuchara a sí mismo callando

como si descubriera que en su silencio habita otro pájaro

que canta

suspendido en su ramaje interior

 

Es, quizás, entonces más cenzontle el cenzontle

 

Rómulo Bustos

 

 

 


Mi abuelo no salió de su pueblo.

 

El pueblo tenía cuatro casas,

cuatro calles, cuatro caminos,

cuatro vecinos, cuatro perros.

No había en él ni obispos, ni ministros,

ni putas, ni altos cargos,

no había empresas, ni banca, ni iglesia había.

En realidad no salió nunca de su molino.

Ya es casualidad que por aquel lugar,

remoto y olvidado,

acertara a pasar la vida.

Mi abuelo hablaba poco, pero sabía mucho,

todo lo aprendió mirando la muela

que, implacable, con el mismo eterno movimiento,

machacaba siempre el grano, hasta hacerlo polvo.

 

Begoña Abad

 


Primavera veneciana

 

 

la

laguna

es un truco

del mar un juego

de espejos

que reflejan

su ausencia

y se hacen

lámina

olor

tacto

silencioso

el agua

se desliza

bajo los cascos

de las lanchas

entre los puentes

y las celosías

invade el aire

y la piedra

con manos

de seda y

ojos de

sal

aquí

todo se derrumba

y permanece

es falso

y verdadero

como el arte

como

el vuelo

de las palomas

y del mármol

que se sostienen

en la ilusión

en la sed

en la

quietud

tímida del

atardecer

el vaporeto

llega a la plaza

de San Marco

rumiando

su lenta ruina

de metal en tránsito

entre las islas y el litoral y los turistas

desembarcan en la plaza

empuñan mochilas y cámaras

decididos a vencer al olvido y al mar

que hace siglos hicieron la paz con

Venecia

abandonándola en el fango

con sus finos postes

de colores imposibles

sus blasones

que se funden con la niebla

en un estrépito de pan de oro

y vidrio

entre esmeraldas rubíes y coral

rasgando

una infinita tristeza

atenta

elegante

resignada

eterna como el mar que nos sigue

y se esconde

como la música

que acompaña

a los amores imposibles

hemos venido de noche

a ver una ciudad vencida por su belleza

por la paciencia del agua

a tocar

la madera podrida

que se deshace en la caricia

implacable de la humedad

relumbrando como los violines

que velan a la muerte

en el fondo

del gran

canal

aquí

Antonio

Vivaldi enseñaba

a sus alumnas que el tiempo

es inmóvil cuando se hace música

que las estaciones son como el agua de la laguna

símbolo de la vida que se hace tiempo y del tiempo que se hace música

la primavera hace el verano y el otoño

llega agradecida al invierno como

el estuco fatigado

se quiebra

y

cae

Ricardo

Wagner murió

en el casino

tal vez pensando en las montañas

de Baviera cuando apareció el ángel exterminador

a decirle que ya era hora que todos los ríos

traen su oro a esta laguna

que Lohengrin

extraviado en las callejuelas

llora bajo el puente del Rialto cuando cae la noche

nadie

nos dijo que podíamos

volver

hemos venido a verificar

que nunca nos fuimos

que siempre hemos estado navegando

hacia el oriente

sin movernos del punto muerto donde la seda y el oro

se hacen polvo

y el polvo se vuelve

fango

espiga de piedra

hilo de vidrio

rama de coral

vena del dolor

máscara de carnaval

tacto

y silencio

 

Andrés Unger

 

 


Vida no vivida

 

A Julian Blaga

 

La vida no vivida por mi padre
la vivo yo; tengo carrera y puesto
de funcionario como hubiera ansiado
para sí, tengo una vivienda grande
y una mujer cabal e inteligente,
pero no me siento mejor por esto,
padre; siento el dolor igual que tú,
que crece en mis entrañas, y la angustia
de seguir tus pasos de día en día,
al verte tan serio en mi terco espejo.

José Miguel Domínguez Leal

 

 

 


La pasión de este incendio

 

 

Veo correr las víasdonde van a morir todos los trenes,el óxido, el acero,la nube desbordada de secretos metálicos.Y recuerdo la luz de otros metales.Qué diferentes eran.Dorados relucientespara cubrir a Héctorde tremolante casco.Y las tropas del Átrida. Imposibleborrar de mi mirada ciegala armadura de Aquiles, o las armasbien portadas de Ayante.Odiseo brillando tras su escudo,bajo el signo doradode la diosa con ojos de lechuza.Y el resonante aullidode los viejos guerreros mirmidones.El mundo entero era un clamor metálicoa punto de fundirse sobre el fuego del Hades.Pero nada importaba.                                   Solamenteel terrible deseode una consumación definitiva.Y la esperanza ardientede que la tierra se volvieraun lugar ensalzado por la voz del arrojo,del valor, la arrogancia,y la memoria de unos héroesque pedían morir antes que huir sin Gloria.
Ahora un canto tibio hace rodarel perfecto engranaje de los días,los dioses se han marchado, y nadie elevasus súplicas en dulces libaciones.De tan civilizadoslos hombres olvidaron la pasión de este incendio, la locuraque recorre la piel como un tatuajede murallas en llamas.De tan civilizadossuben la adrenalinacon un mando a distancia y se desnudancorriendo las cortinas y no tienensangre que encienda el corazón del aire.Morirán y jamás podrán decireste es el remocon el que yo bogaba.Estas fueron mis noches en el pontomis días en el llano,ésta es mi sangreéstas mis armas, éstaslas palabras que habríadeseado gritar, mientras hacía ardertodos mis miedos bajo el sol de Troya.

 

Óscar Martín Centeno

 

 


Cuerpo

 

Y las sombras se abrieron otra vez y mostraron un cuerpo

Octavio Paz

 

I

 

Madeja de ceniza

árbol para mis manos

es una red tu pelo

donde encallar es fácil.

Océano de tigres.

Aguas planas, profundas.

 

II

 

Oculta la blancura

detrás de la cascada,

es un ángel tu nuca

que reza una plegaria.

Súcubo ante mi beso.

Tibio beso de escarcha.

 

 

III

 

Ejército de oriente

rebaño de corderos

tus dientes permanecen

asidos a mi carne.

No los burla la muerte.

No los arrastra el hambre.

 

IV

 

Inmóviles caminan

dos caracoles quietos.

Ojos como la espina

que en la noche sorprende.

Tumbas de luz. Sarcófagos.

Noche del sol, tus párpados.

 

V

 

Como un regreso al vientre

niñas acurrucadas

tus dos orejas cantan.

Una canta en silencio

otra grita colores.

Siempre están por nacer.

 

VI

 

Allí anidan fantasmas

con piel de hierbabuena.

Tu nariz es un pozo

donde están mis secretos.

De vez en cuando hierven.

Se esfuman por el aire.

 

VII

 

No son malas serpientes

ni anguilas recostadas.

 

Tus labios son de pólvora.

Mojados, embebidos

tienen color de incendio.

Apagan el deseo.

 

VIII

 

Ni el cisne de Darío

podría ser tan blanco

como tu cuello tibio.

Delicia de mi boca

puerta sin puerta al gozo

tibios hielos eternos.

Leandro Calle

 

 


Malas hierbas

 

 

Perturbamos la noche

que recorren sin pausa las hormigas,

un hades diminuto

donde no están los muertos.

 

La mano sostiene su pequeño poder

y otorga vida o muerte.

 

Un haz de pálidas raíces

como tallos lunares,

 

breve ofrenda de la tierra a la tierra,

botín de nadie para nadie en la luz.

 

José Luis Gómez Toré

 


La roca

 

 

Sólo el agua acierta

a fecundar el corazón vacío

de una roca.

De esa roca por siglos abandonada de palabras,

limpia de dudas y terrores.

 

El agua la reinventa

y el sol y el viento ahora

la reconocen.

La roca se despierta.

Al caracol que escribe

sobre su espalda

se le encienden los cuernos.

 

Jesús Aparicio González


Triste luna llena

 

 

Cubierta está por nubes negras

la más triste Luna en luna llena;

y así, nublada, aún se emperra

en refulgir entremedias su grandeza,

su belleza, todavía más grande que su pena…

 

Fernando de Castro Soubriet

(de Versos para Cristina)

 


Adiafòria

 

 

El brogit de les onades,

l’oratge sota els pins,

el clapoteig de la pluja,

l’espetec del llamp,

les coratjoses aigües del riu,

el pet del tro,

el bramul de la tempesta,

el xeric dels ocells.

Tot té el seu crit.

La natura ens parla

i, nosaltres, restem impassibles.

 

 

* * *

 

 

És…

 

És una nit sense son

és l’escalfor d’una espelma

és el lladruc d’un gos

és el so tímid del campanar

és el poble enmig de la fosca

és encara la imatge de la mar

és el respirar profund del primer son

és la companya d’uns amics adormits.

Teresa Florensa Busom

 


Indiferencia

 

El rumor de las olas,

el viento bajo los pinos,

el chapoteo de la lluvia,

el estallido del rayo,

las impetuosas aguas del río,

el chasquido del trueno,

el rugir de la tempestad,

el canto de los pájaros.

Todo tiene su sonido.

La naturaleza nos habla

y, nosotros, permanecemos imperturbables.

 

 

* * *

 

 

Es…

Es una noche sin sueño

el calor de una vela

el ladrido de un perro

el tímido bandear del campanario

el pueblo en medio de la oscuridad

es aún la imagen del mar

el respirar profundo del primer sueño

la compañía de unos amigos adormilados.

 

(Traducción de Ángel Guinda y Raquel Arroyo)

 


Cuando el primer misil

 

 

Cuando el primer misil

los Capitanes Generales hacían el amor.

La noche arrebataba el corazón a los jazmines.

La luna nueva perseguía las entrañas

del diablo.

 

Yo,

tu pubis marino.

 

Adolfo Burriel

 


Hablar con el vecino, el tendero y el del kiosco

 

 

Mis años no eran madeja de tiempo

el que nunca me atrapaba.

Pasaba raudo como

paloma que cruza con mensaje de albricias

dejando tersura en mi cuerpo

y turgencia en mis pechos.

Mi vestido lo trenzaba primavera.

Mis ojos la madrugada que pare vino y rosas.

Mi cuerpo amanecía cada minuto en sus brazos

signada por su señal de hombre.

Y veía cruzar los destellos anónimos

de vaticinios conjuros premoniciones y oráculos

de los que nadie pudo alzar sus velos

descriptados para mí.

 

Así era el paraíso de mi vida

situado entre praderas que formaban grandes faldas

para darme cobijo contra el tiempo

en su ronda de restas y deserciones.

Pero llegó una tarde en la que la madre tierra

parió anillos de lluvia y se deshizo el hechizo de mi círculo

y algo se quebró en la ausencia

y se apoderaron de mí los años

y quedé con las manos metidas en una flaca madeja de lana.

Y ya mis pies se arrastraban en chanclas

y mi espalda buscaba las claves del suelo

y mi cuerpo era un nombre

pegado a un extraño espejo torcido.

 

Ahora cambio el tiempo que me queda por nada.

No quiero contar horas meses años...

No quiero ir a comprar el pan la leche la fruta

hablar con el tendero los vecinos el del kiosco

pues se me enredará el lenguaje oscuro de la luna

y no entenderé la vida que coge el metro todos los días

y para en estaciones de las que no sé el nombre.

 

Por eso me he escondido detrás de mí y descalza

me he puesto a gritar.

 

Juana Vázquez

 


La liebre y la tortuga

 

 

Suena el silbato

y la liebre deja una estela de polvo

 

corre

da la vuelta a la granja

y se aproxima a la línea de meta

 

divisa a la tortuga sobre la misma

y da por perdida la carrera

 

su rival permanece inmóvil

 

 

 

Caperucita roja

 

Caperucita

con falda corta

en los ojos del lobo

 

el lobo

con destreza

maniobra su ganzúa

mientras

ruedan manzanas desde la canasta

 

días después

vuelven al bosque para mantener el cuento

 

Sergio Laignelet

 

 


Las palabras

 

 

Espesas como niebla, las palabras

enredan con sutiles subterfugios

lenguaje y pensamiento.

 

No son un bisturí leve y preciso.

Ni son como tijeras

para podar las rosas de noviembre.

Ni siquiera son dignas de respeto.

Tampoco son la lupa

que aplicada al minúsculo problema

lo vuelve trascendente

y logra resolverlo.

 

Es más, quisieran ser como las raíces

del árbol de la ciencia, las palabras.

Sin embargo, tan sólo son las ramas;

las ramas que no dejan ver el bosque.

 

Ramón Bascuñana

 

 


Aquí no tengo luz

 

 

Aquí no tengo luz, no tengo nada.

Llegué enviada, amanecí en el tiempo,

pregunté, estaban lentos, me esperaban

cómplices asustados de este espacio

donde se olvida de la luz la eternidad.

Cuesta romper de carne las paredes. Vuelvo

hacia allí con la cabeza y siento que estoy en

lo difícil de ese extremo. El cuerpo a veces lo traspasa.

Tengo en la poesía y en la música reflejos de aquel

estar intemporal y pleno, como el recuerdo

de la luz que mengua, porque

nadie de aquí posee el fuego.

 

María José Martínez

 

 


Nunca sabremos nada

 

de todas las palabras

que en el aire traspasan

la distancia.

 

Van de una voz a otra

de un tiempo hasta otro tiempo

de una piel

hasta otra piel desnuda,

en otra orilla

en otro mar distinto.

 

Las palabras nos guían

a través de la lluvia

a través de mareas inútiles

y nunca alcanzan

la perfección del miedo.

 

M. Cinta Montagut

 

 


Preguntas sin final

 

 

Para Tere

 

Dime dónde has guardado las palabras

que aparentabas no saber decir antes de irte,

si las dejaste suspensas en el aire

dispuestas a abrazarnos por sorpresa

alguna noche de melancolía.

 

Dime, prudente mujer de los silencios,

a qué música suena tu infinito.

 

Dime qué puede la amistad

cuando te quedas sola

justo en la punta de la flecha lanzada al aire

¿en verdad reconforta

–puente de alas verdaderas–

la mano de un amigo?

 

Dime de qué lucidez y arrojo te valiste

para dar con esa alma de cántaro

donde finalmente decidiste morar

y preparar el salto al otro lado de los días.

 

Dime, ahora que lo has aprendido,

cómo se acaba el tiempo.

 

Dinos en qué respiraciones contenidas

podemos recoger tus huellas,

el vaho de tus afectos y meditaciones,

los puntos suspensivos de tu vida.

 

 

Emilio Pedro Gómez


 
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