Fundacion Alambique para la Poesía

E-mail Imprimir PDF

Arcos y Flechas

Introducción

E

ste libro no hubiera debido ver la luz. Se le impuso a su autor. El año 2000, Ricardo Paseyro publicó, en efecto, sus Poesías completas y pensaba, como se deduce del título, dar por concluida su obra lírica: a partir de ese momento pensaba dedicarse a sus memorias, en proyecto desde finales de los años 70 (lo que hizo, por cierto, mientras le quedaron fuerzas, en paralelo con la publicación de sus ensayos sobre poesía[1]). Pero ¿cómo hubiera podido interrumpir, por propia decisión, una vena poética tan poderosa como la suya? De esas visitas imperiosas de la poesía nacieron los versos que se van a leer y que Ricardo recibió cada vez —soy testigo de ello— como un niño encantado de haber sido cogido en falta...

Arcos y flechas, por otra parte, continúa la vena lírica que Ricardo Paseyro había desarrollado a partir de El alma dividida (1981)[2] y que resume en la noticia, fechada el 5 de enero de 1993, que precede a Para enfrentar al ángel: «Sin demorarse en lo cotidiano, estos poemas se aventuran lejos: para volverse poesía, la palabra debe pasar por el otro mundo. La mía trajo, al retorno, los sones y los signos transcritos aquí»[3].

De hecho, las creaciones o criaturas de Paseyro siempre tuvieron su asiento en lugares extremos. Los astros primero, después las tierras lejanas y, a medio camino, situaciones extraordinarias en que se apropia de personajes más o menos mitológicos que el poeta descifra a partir sobre todo de obras de arte, que influyen, no sin ironía, sobre algunos raros autorretratos que él se inflige a sí mismo. Paseyro había alcanzado tal dominio de la métrica, de la medida, a lo largo y a lo ancho, de su arte poética, que podía permitirse utilizar sus versos como cohetes, para a la vez lanzar y restituir sus exploraciones. Pues Paseyro se atiene estrictamente a la poesía como instrumento de conocimiento. Desde que aparece la menor posibilidad de expresar una apariencia de verdad, retrocede aterrado, con sarcasmos, miradas altivas, levantamiento de hombros... Y si verdad hay, de todas maneras está lejos, allí donde se encuentra la Esencia de las cosas, la Idea, y no aquí abajo, donde todo no es sino pálido reflejo, asegura Paseyro con un lenguaje cercano al de Plotino, a quien leía mucho en esa época.

Su preocupación constante, obsesiva, esta vez de naturaleza casi pitagórica, es la de que sus poemas estén en consonancia con la estructura del universo, pero más aún con el movimiento mismo de los astros, al menos tal y como, desde este bajo mundo, podemos esperar dejarnos llevar: «Y pasa lentamente el tiempo rápido...». Como Ricardo Paseyro escribiera en un largo ensayo que resume su poética: «La grandeza de un poema podría medirse por su capacidad para trascender una sensación, un pensamiento, e inmovilizarlos en el fluir del tiempo. Negar un tiempo que se ha convertido en presencia inmortal, iterativa: tal la posición que se concreta y resuelve en el poema, forma de la visión que conoce, del éxtasis que olvida y del saber que exalta»[4].

La originalidad de este libro en relación con los precedentes es sin duda esta división en dos partes belicosas bien definidas: Arcos y Flechas. Pues Paseyro es un luchador nato, y la poesía es su campo de batalla donde él se regenera constantemente, su destino y su fiel propósito[5]. De ello dan testimonio cientos de poemas e incluso los títulos de algunos libros: Mortal amor de la batalla, El alma dividida, Para enfrentar al ángel, Ajedrez... Tras dos libros más «serenos» (El mar y Nubes), Paseyro retoma las armas para lo que intuía como su último desafío. Si los arcos estaban tensos desde hacía tiempo, ya lo hemos dicho, las flechas parecen más nuevas.

En realidad, estas flechas no se dirigen tanto al espacio como al tiempo, y más concretamente al pasado, «despellejando», a través del espacio, el porvenir. Una manera de despejar un lugar para quedar mejor al acecho de otro cosmos, con la esperanza de huir de la Tierra y de retornar al principio. Miras patéticas, ya que en Paseyro van unidas a la toma de conciencia de su ineluctable envejecimiento, con lo que eso supone de pérdida de dinamismo para unirse espiritualmente a ese otro mundo que podía acercar la poesía. Incluso el mínimo requisito para llegar a ella —el silencio absoluto— ya no le es concedido en nuestro mundo ruidoso al que desprecia en muchas ocasiones. Frente a ello, sus poemas tienden como nunca a la nominación pura y simple, exacta, a buena distancia de toda fórmula retórica o locución adverbial, juzgadas sin duda demasiado charlatanas, alborotadoras, que le impiden librar con clarividencia su combate singular contra la muerte, cada vez más invasora.

* * *

El 5 de noviembre de 2007, Ricardo me llamó por la tarde. Tenía la voz de los días buenos, esa voz magnífica que se volvía cada vez más rara, tan definitivamente parecía haber entrado en una niebla mental que únicamente su extraordinaria energía lograba mal que bien disimular. «¡Ah, Yves! ¡Ah, Yves! ¡Tengo una buena noticia!» Y comprendí que me anunciaba que el día antes había escrito poemas —algo inesperado, pues casi no podía concentrarse en ningún texto desde hacía varios años. Y por fanfarronería, insiste en contarme, al otro lado del hilo, uno por uno, el número de versos que había logrado sacar de la sombra. Se encuentran al final de esta colección —últimos destellos de lucidez o extralucidez, un año y medio antes de su muerte.

Yves Roullière

Abril 2011

Traducción de Luis Valdesueiro



[1] Sus memorias han aparecido bajo el título Toutes les circonstances sont aggravantes. Mémoires politiques et littéraires (Le Rocher, 2007) y sus ensayos sobre poesía bajo el de Poesía, poetas y antipoetas (Siruela, 2009).

[2] Cfr. Luis Valdesueiro, «Ricardo Paseyro, poeta», El Alambique, Guadalajara, n.º 1, mayo-octubre 2010, pp. 75-76.

[3] Poesías completas, Biblioteca Nueva, 2000, p. 259.

[4] «Conocimiento y poesía» (1958), en Poesía, poetas y antipoetas, p. 40.

[5] Este combate es omnipresente en el resto de su obra. Él inició las hostilidades con su célebre panfleto contra Pablo Neruda (1958) (cf. Poesía, poetas y antipoetas, pp. 85-113), y paralelamente contra Roger Caillois y Simone de Beauvoir. En 1968, en las ediciones Laurel (Madrid), publicó, con el seudónimo de Julián del Toro Epigramas nacionales, con un «Suplemento americano», donde estaban denunciados Alberti, Aleixandre, Dámaso Alonso, Carlos Barral, José Bergamín, Carlos Bousoño, José Luis Cano, Celaya, Jorge y Nicolás Guillén, Félix Grande, Blas de Otero, Nicanor Parra, Octavio Paz, etc. En 1976, su panfleto L’Espagne sur le fil (Laffont, París) presenta a Soljenitsin como la figura del poeta presa de los golpes bajos de una izquierda española prosoviética y oscurantista. En 1987, escribió un libro magnífico sobre Jules Supervielle, y dos años más tarde, en Éloge de l’analphabétisme à l’usage des faux lettrés (también publicado en Laffont), ataca la educación tal como la promueve la Unesco, empresa, según él, en alto grado embrutecedora, antipoética.

 

 

 
You are here: Home PUBLICACIONES LOS LIBROS DE EL ALAMBIQUE Número 1 - Arcos y flechas Introducción Arcos y flechas