Fundacion Alambique para la Poesía

LO BUENO DE LA VIDA

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por Fernando Ortiz

 

Fábula de José Romero
(Pianista y compositor flamenco, 1936-2000)

Su nombre era José. Su apellido, Romero.
Lo conocí y lo sé: no era un hombre, era un genio.
El 18 de julio del 36 —¡qué tino! —,
fecha para nacer eligió el angelito.
El compás aprendió en su Osuna natal
con los niños gitanos de la ciudad ducal.
Y tocaba el tambor —rataplán, rataplán—
sin desmayo y sin tregua, con furia de titán.
Y por eso sus padres, para evitar más daños,
le enseñaron piano allá a los siete años.
Terminó sus estudios de piano en Madrid.
Y allí, en Villa Rosa, tocó con los cañís.
Temblaban los espejos cuando tocaba él,
solo, con Mairena, con Sabicas… ¡Olé!
Paseábamos juntos, tras dos sendos infartos,
fumando nuestro habano para ahuyentar espantos.
Entonces me contó la visita de un duende
que en sus últimos años le ocupaba la mente.
Y es que el duende muy claro, le dijo: “Solo tres
gracias puede pedirme, cuando venga otra vez.
Por favor, don José, no se equivoque o dude,
que si falla se queda sin probar ningún dulce.
Si no tiene usted  claro el orden de los tres
dones para pedirme, pues se acabó el café”
Y Pepe me decía: “Fernando, ¿te das cuenta?
Lo primero es estar, en caso de haber hembra,
preparado y dispuesto a lo que sobrevenga,
que no hay mayor placer que ese sobre la tierra.
Luego viene la duda, que lo malo es después:
¿Dinero, salud, música? No sé, no sé, no sé…
Su apellido, Romero. Su nombre, don José.
No era un hombre, era un mito. Lo conocí y lo sé.


En honor de Paco Lira

¿Cómo hacerte un soneto, Paco Lira?
Franquismo, transición y los después.
Preferiste amistad al interés
en este tiempo turbio que aún delira.

Fue de Franco, de Suárez. Mira, mira
la multiplicación de los ciempiés…
A muchos es la hora que les des
tu adiós cortés sin acritud ni ira.

Me honra ser tu amigo… Un gran abrazo
porque eres leal y comprensivo
con los unos, los otros y los de pena…

Acepta , por favor, sin embarazo,
estos versos de afecto admirativo:
¡Hacer a malos toros gran faena! 

El 27 y Sevilla

Celebra el Ateneo un homenaje
a la generación del 27.
¿Cernuda, Villalón, Lorca y los siete
enanitos? Menudo es el paisaje.

Lo demás, qué decir sino montaje.
Dámaso catapulta con ariete
y la cuadrilla en U.S.A. va como un cohete.
Él se lanza de lleno al abordaje.

Antologa en Madrid Gerardo al grupo.
Salinas y Guillén en su Muceta.
Y Góngora y Sevilla en la receta.

Lo dijo Jaime Gil que de esto supo:
Sólo fue un lanzamiento literario.
Hoy nos parece un tanto estrafalario.



Junio en Málaga

A María Victoria Atencia, Rafael León, Bernabé Fernández-Canivell y Pablo García Baena.

Paseo de la Farola
en las tardes de verano.
Callejeo en la Alameda
y en la Merced y por Larios
y por lo poco que queda
de un romántico grabado.
Y voy recordando hechos,
amigos, asuntos varios…
De todo ha pasado, al menos,
por lo menos, veinte años.
(Ya lo dijo Jaime Gil
que era muy listo y muy sabio.)
Y este junio, ahí en tu Málaga,
quedamos para ver “Cántico”,
esa exposición tan bella.
Y recordamos a Pablo
y a Bernabé, en vuestra casa,
Rafael, cómo charlábamos.
Y cómo, a mis hijas, niñas,
acogíais los veranos
de esa Málaga que siempre
ya se nos fue de las manos.
Mozos o niños tus hijos
—hace más de veinte años—.
Y la amistad y el cariño
tan naturales y claros.
Me acuerdo, tal si ayer fuera,
cómo, vestida de blanco,
me esperabas en la puerta
de aquel “Málaga Palacio”
a donde iba a hospedarme,
porque fui vuestro invitado,
para vernos unos días:
Rafael, Bernabé, Pablo
y tú, que al bajar del coche,
al salir a saludaros
dijiste: “Vuelve a Sevilla.
Murió tu madre, Fernando.
Cuando venías a Málaga.
ocurrió lo inesperado”.
Hoy voy otra vez de vuelta.
¡Ay, Málaga, amigos, años!



Tabaco y salud

Terminó ya el sabroso cigarrillo.
Siempre supo a rabona colegial.
Terminaron los años de chaval
O al menos de creerse un chiquillo.

No soy niño ni mozo. Sí un pillo
que se engaña si piensa que está igual.
Aunque en el fondo veo el arrabal
de senectud, que enseña su colmillo.

Me han dicho que estoy enfermo. No se alarme.
Si aguanto por lo menos unos años
y tengo algo de suerte, igual me curo.

Esto empieza a importarme ya un adarme.
Mi vida tuvo gozos, también daños.
Al fin todos entramos en lo oscuro.


Los mismos dados

No escribiré un soneto que le admire.
En él diré tan sólo alguna cosa,
muy vulgar, tan diaria y enojosa
que ni le echemos cuenta. Ahora vire

al segundo cuarteto. Y dentro mire
a ese hombre interior que en él reposa.
No encontrará ni el fuego ni la rosa.
No queda nada allí que arda o delire.

Los pasos que hay que dar están contados.
Es muy difícil sorprender a uno.
Ni me sorprendo yo, ni tú ni él.

Siempre jugamos con los mismos dados
ese juego que no gana ninguno.
Ni éste, ni ése ni siquiera aquél.
Peregrino

En fin, en fin, el mundo es un camino
del que poco sabemos además,
aparte de que nunca hay vuelta atrás
y de que aquí está nuestro destino.

Pon firme el pie en la tierra, peregrino.
¿Sabes de dónde vienes, dónde vas?
Esa respuesta la ignoran los más.
A muchos no le importa ni un comino.

Con suerte encontrarás un buen calzado,
cuida que sea grato tu sendero.
-—Mira que has de pagar alto el peaje—.

Aunque en parte hacemos nuestro hado,
y andar a nuestro aire es más ligero,
ni alfa ni omega eliges de este viaje.


Elogio del soneto

Yo sé que el Occidente en el soneto
dejó diamantes de su poesía.
Es el motivo por la que la mía
humildemente protegí en su seto.

¿Dónde la causa y dónde su secreto
por el que a todos esta forma unía?
Quizá por ser tan clara como el día
y su decir preciso por lo escueto.

El griego y el latín ya están lejanos.
Sus vates componían el poema
en silábicas sumas: larga, breve…

El italiano nos dejó en las manos
el soneto, y así salvó el problema
con una arquitectura firme y leve.



A pesar de los pesares

La incertidumbre previa. El cirujano
se prepara a extirparme ya un tumor.
Quirófano. Despierto. Mal humor
al comprender que fue un intento en vano.

Habrá que convivir con el insano
invitado, más bien un invasor.
Soportar como pueda su rigor
y hacer para que no gane otra mano.

Cómo me gusta a mí la poesía.
Amo y disfruto mucho de este mundo
aunque me desesperen sus desaires.

Y ahora, en una confidencia mía,
al fin os contaré mi amor profundo
por esta vieja amiga y sus donaires.


Soleares
(Después de leídas las últimas del poeta Javier Salvago)

Cuando se va la ilusión
se ve la vida y su truco.
Su careta de cartón.

* * *

Que es el único remedio
que venga a punto la muerte
para quitarse de enmedio.

 

En el hospital

Con cuánto amor y entrega mi mujer,
con cuánto amor y entrega me trataron mis hijas.
Estar enfermo, a veces,
nos hace ver lo bueno de la vida.

 

Fernando Ortiz
 
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